LA BATALLA DE TUMUSLA
Resumen de "La batalla de Tumusla".
Una vez que las batallas de Junín y Ayacucho terminaran el general Antonio José de Sucre se dirige al sur en pos del general Pedro Antonio de Olañeta.

Olañeta mantenía en el Alto Perú la caduca bandera del absolutismo español, a pesar de no ser el dueño sino del terreno que pisaba.

Pedro Antonio de Olañeta nació en Elgueta, provincia de Vizcaya. Se avecindó en Salta, donde llegó a ser un próspero comerciante.

Sirvió al ejército realista durante toda la Guerra de la Independencia. Fue ascendido a general en la batalla de Viloma y se hizo famoso por sus tres entradas a la ciudad de Salta; ultimando, en su postrero ataque, a Martín Güemes, gaucho y héroe sin par de la frontera norte de la Argentina. En 1824, ya fallecido, fue designado Virrey de Buenos Aires.

Y entonces ocurrió el régimen despótico de Fernando VII que les enfrentó al virrey del Perú José de La Serna y a los generales de la talla de José Canterac y Jerónimo Valdés, que se consideraban liberales, ya que eran partidarios de la Constitución Española de 1812.

El Gran Mariscal de Ayacucho, siguiendo las instrucciones de su superior y entrañable amigo Simón Bolívar, inició su periplo en pos del general español, sin intuir la trascendencia de todos y cada uno de sus actos, ya que después le esperaba una nueva nación que se ubicaba entre los sueños de José de San Martín y de Simón Bolívar que eran los libertadores de américa.

El general Antonio José de sucre llegó a Cusco en los primeros días del mes de diciembre de 1824. Desde ese lugar solicitó a Bolívar instrucciones y normas a las que debía sujetarse en relación al Alto Perú. Así, el 8 de enero de 1825, le recordaba que tenían que trabajar en un país que no es del Perú ni parece que quiere ser sino de sí mismo.

El 3 de febrero de 1825, Sucre cruza el río Desaguadero y se dirige a La Paz. En el trayecto realizaría dos importantes actos administrativos, ambos de gran trascendencia para nuestro país.

El primero se manifestaría al pasar por Tiwanaku. José María Rey de Castro, secretario del héroe, recuerda que el general recomendó encarecidamente la preservación de este sitio arqueológico.

Encarga, además, que se diera a una piedra grande y cuadrada la Puerta del Sol, en cuya faz principal se veía esculpidos jeroglíficos a semejanza de las egipcias, una posición adecuada para preservarla de todo daño para que no dificultase la indagación de aquellos grabados. Acto singular en el que el Libertador reconoce su admiración por el significado y el aporte de las civilizaciones precolombinas de América del Sur.

El segundo tiene que ver con su llegada a la ciudad de La Paz, el 9 de febrero de 1825, donde convoca a una Asamblea General, a realizarse el 29 de abril en Oruro, para que los representantes de Charcas, Potosí, La Paz, Cochabamba y Santa Cruz deliberen sobre su destino y su futuro gobierno.

Se compromete, además, a respetar los acuerdos a que se arriben, siempre y cuando se conserve el orden, la unión y la concentración del poder para evitar la anarquía.
BATALLA DE TUMUSLA
Este significativo político fue interrumpido por noticias del general Francisco Bourdett O’Connor, quien le informó que cerca de Oruro se le aproximó un hombre de alta estatura y puso en sus manos unos papeles y un bulto del tamaño de un huevo de perdiz. Una vez revisado se constató que era veneno y que el portador de las cartas, suscritas por el general Olañeta, se apellidaba Ecles y que era de origen alemán.

Su misión era introducirse en la casa en el que el general Sucre pasara la noche, ganar la cocina y echar el veneno en la chocolatera en que se hacía chocolate para el general.

Este atentado que no llegó a realizarse recordó, una vez más a Sucre, la importancia de la tarea militar que le fuera encomendada. Razón por la cual retomó su viaje hacia Potosí.

O’Connor señala que la presencia de los vencedores de Ayacucho incrementó la defección de numerosos jefes realistas. Éste fue el caso del regimiento Dragones Americanos, acantonado en Oruro, compuesto por seiscientos hombres bien montados y con sables hechos en Potosí, los que influidos por el coronel chileno Saturnino Sánchez se pronunciaron, en Cochabamba, en favor de la patria.

Así también el ex jefe de Estado Mayor Realista, Francisco del Valle, en una carta enviada el 25 de febrero de 1825, comunicó a Sucre acerca de las fuerzas y el plan de campaña del general Olañeta, en el que aconsejaba hacer una guerra de recursos y no hacer más que ataques de sorpresa, tener mucha actividad y llamar la atención por repetidas y violentas marchas.

Numéricamente, dichas fuerzas estaban constituidas por 1.360 infantes, 30 artilleros y 360 de caballería; todos ellos, al parecer, eran chicheños. Entre sus jefes estaba el coronel Carlos Medinaceli.

El 29 de marzo de 1825, Sucre y su ejército entran a la ciudad de Potosí, obligando a Olañeta a desocupar la plaza y dirigirse a la provincia de los Chichas.

Francisco Bourdett O’Connor, quien estaba encabezaba la vanguardia del Ejército Libertador, decidió salir en su búsqueda. Llevaba bajo su brazo el acta de capitulación de Ayacucho para demandarle su rendición.

No había caminado ni siquiera tres leguas, cuando recibió una parte del teniente coronel Medinaceli, en el que me comunicaba que el 1º de abril, día Jueves Santo, dos días antes de recibir aquella parte, había muerto el general Olañeta en Tumusla, en un motín ocurrido en su tropa.

El parte recibido decía lacónicamente: “Fuimos 26 Jefes y Oficiales con 1.300 clases y soldados, los vencedores en la Batalla de Tumusla, efectuada frente al río Tumusla y sobre el camino real y adyacencias del cerro, la tarde del Jueves Santo el 1º de abril de 1825, de las 3 de la tarde a las 7 de la noche”.

Alcides Arguedas, siguiendo a O’Connor, las tropas del general Pedro Antonio Olañeta habrían defeccionado a la cabeza del teniente coronel Carlos Medinaceli y éstos posteriormente lo habrían victimado.