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Viendo que estaba ahogándose Una abejita,
Una paloma tierna Se precipita,
Y en una rosa Que le lleva en el pico
Sálvala airosa.

Poco después la abeja
Vio que en la loma Un cazador apúntale
A la paloma. Vuela: en la mano
Pícalo atroz, y el tiro Tuércese vano.

No hay ser tan miserable
Que nunca pueda Pagarnos un servicio
Que en su alma queda; No hay mayor goce
Que el de probar que el alma Lo reconoce.