Más de cien cotorras,
haciendo gran ruido,
a robar volaban
a cierto sembrío.
El que lo cuidaba
no estaba muy listo,
pero acudió luego,
porque oyó gritos;
y ni un grano cogen
los animalitos.
"Si son muy salvajes",
impaciente dijo
un zorro que estaba
por allí escondido.
"Yo robo mis pollos,
pero despacito;
los gritos despiertan
al fiero enemigo;
solo con silencio
se logra buen tiro".
Dijo bien el zorro;
yo también lo digo.