A mano amada,
Cuando la noche impone su costumbre de insomnio
Y convierte Cada minuto en el aniversario
De todos los sucesos de una vida;

Allí,
En la esquina más negra del desamparo, donde
El nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

Los recuerdos me asaltan.
Unos empuñan tu mirada verde,
Otros
Apoyan en mi espalda

El alma blanca de un lejano sueño,
Y con voz inaudible,
Con implacables labios silenciosos,
¡El olvido o la vida!,
Me reclaman.

Reconozco los rostros.
No hurto el cuerpo.

Cierro los ojos para ver
Y siento
Que me apuñalan fría,
Justamente,
Con ese hierro viejo:
La memoria.