Dime por qué todavía te deseo, por qué tu nombre vuelve
como el hacha a la herida en una amarga visitación de la
          medianoche,
a la vera de un campo funerario donde larvas se multiplican
húmedas babas, recuento interminable de torpezas,
dime desde esa nada donde ahora te atrincheras, dime
por qué me basta componer un mecanismo elemental de
          sílabas,
discar en el cogollo de la niebla las cifras de tu nombre
para que solitariamente
me agobie la espranza de una menuda migración de dedos
          por mi pelo,
de una fragancia donde habita el musgo.

De un silencio más fogoso que todas las vigilias.