entre el deslumbramiento de la intensa blancura
de la cal luminosa que tus muros enjarra,
la queja de una copla que los aires desgarra,
y en el calcinamiento de la estéril llanura,
aquel rincón de paz, oasis de frescura,
perdido en la planicie donde el sol achicharra
y su crótalos roncos repica la cigarra.
Y allí, visto de paso, bajo el verde cancel
de las tupidas hojas que forman el dosel
que lo estona y ajusta el marco del dintel,
aquel rostro moreno del mirador aquel,
con los ojos de pena y los labios de miel,
y toda Andalucía reconcentrada en él.