El cazador sabe el truco para apresar a las alondras:
Cubre una mediana esfera con espejos y la sostiene
de la rama más alta de un árbol. Cuando la luz la toca
la esfera es una flor de agujas luminosas y somete
la borrosa voluntad, el fuego sutil de las alondras.
Entonces el cazador hace un hábil uso de las redes
y el ave cae. Muy pocas veces el artificio fracasa.
su fina pasión por la luz quiere que mueran deslumbradas.