Detrás de nuestros vidrios todos acertamos
la doble faz de las épocas.
Pienso en el destierro dentro del mismo anillo,
la reconciliación que siempre nos visita
cuando ya hemos soterrado la confianza.

Antes veía los astros en las caras vecinas
y aquello que nombré alegría
era una tela que no logró velar su gran miedo.
También yo tuve miedo a la costumbre,
sólo pulsé mi audacia
y murmuré en blanco y negro imágenes de lo perdido.

Jamás aprenderemos que perder
es regresar en la neblina a los orígenes.

Ya arriesgué lo más puro,
no festejo los remordimientos,
no quiero traicionarme frente a tanto infinito,
quizá sea el extranjero que no encuentra su casa.