cuanto el mar cerca, cuanto el sol abriga,
pues lo que no gobierna lo castiga
Dios, con no sujetarlo a su persona;
pudo, vistiendo a Flora y a Pomona,
mandar que el tiempo sus colores siga,
haciendo que él invierno se desdiga
de los hielos y nieves que blasona.
Pudo al sol, que al diciembre volvió mayo,
volverle de envidioso al occidente
la luz con ceño, él oro con desmayo.
Correr galán, y fulminar valiente
pudo; la caña en él, ser flecha y rayo;
pudo Lope cantarle solamente.