Tu lengua llega a casa
los manzanos despiertan.
Despacio te deslizas
por hondos laberintos.

Con el filo del ojo
me partes en un parto
de remolino y savia.
Lechada está la ropa
que le hurtamos al cuerpo.

Sobre tus piernas duerme
espiga triste
el único testigo.
Después de la labranza
tu semilla se seca
entre mis zarzas.