Así me voy de ti,
como el estío,
deslizando su mansa inmensidad de siesta
hacia la tibia umbría del otoño
de colores maduros y aromados,
y sabor a olvidanza.
Así,
después del sol a mediodía
—plenilunio de luz y de latido—,
hacia el rubor más núbil de las hojas.
Con el tiempo en las manos:
lentamente a la ausencia.