Canto para que juntemos los alientos en una vertiente,
subamos a la cama del asombro
sin más ropa que la memoria,
sin más escudo que la neblina sin freno.
Honda la montaña,
alto el río.
Seré universo desparramado de tus manos,
fugitiva penumbra a la hora de enfrentarnos,
de ser piel y locura, labio y cataclismo.
Seré para que seamos.
Desbordada montaña,
multiplicado río.
Santa la noche,
tremenda la vida que empujo a tus entrañas.
Santa la noche, lindo besar el suelo del cielo.
Santo el encuentro, bendita la virginidad de las orquídeas.
Montaña entrando al ensueño,
río veterano del sueño.