No es la flor abierta.
No son los pasos en las escaleras.

No son los ofrecimientos
ni la tristeza, a ratos, de la tarde.

No son los frutos: provincia de delicia.
Ni las estaciones agrupadas.

No son las calles bajo la lluvia
ni los sueños realizados.

Si lo piensas bien,
acaso recuerdes un germen, un suspiro.
¡Oh tus manos de palidez y añadidura!