La felicidad viene por la noche
y acurruca su llanto entre las sábanas,
su agonía perenne y verdadera.

Los garfios de las rosas se declaran.
La muchedumbre aspira a la tiniebla.
Los huesos de la fe son dispersados.

Clama el fuego del alba por su vida,
solloza su inocencia quebrantada,
el sino pluviforme de los ángeles.

Y son las nubes llantos de los días,
la ruptura de un cielo encadenado
a resurgir al alba y a la noche.