Te felicito hijo,
porque juegas en rincones
y hablas con arañas.
Es bueno acostumbrarse a lo húmedo y oscuro.
Es bueno.
Puede ser que mañana alguien venga
a romper tus arcoiris.
Te felicito, y te juro
que al principio me extrañó tu juego,
pero hoy comprendo tu viveza,
tu estoicismo,
tal como si esperaras sin asombro
la muerte de los árboles.