Construimos los castillos
y la arena se movía
con cada marea
se derrumbaban ambiciosos proyectos
y cada tarde diáfana
las romerías se acercaban
palas y manos
dedos y collares
para construir las murallas
y luego otros castillos
que a la noche
—tocada de espantos—
el mar barría sin ruido alguno
nada más aquel necesario
para acercarse a la muchedumbre
y trastocar los cimientos
de los seres que afanosos
aún creían en su grano de arena