¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr,
y dice: la sed que siento
no me la calma el beber! ¡Ay de quien bebe y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida! Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano. ¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino
en el horror de llegar! ¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela! ¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta sin pena! ¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados,
y de los sueños poblados
de propósitos discretos! ¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella;
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella! ¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó! ¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!