Viajo al corazón
en la oscura membrana de la noche
dejando algunas cosas sin nombrar.

Pulso el botón que enciende las arañas
y allí están:
crecen violetas en el ático.

Viven en el frío del pasado
tras el marco
donde mueren las palabras,
en los dedos de la otra,
la que se sienta a bordar el fuego
bajo una franja de sol
y me intuye en esta brevedad
de no ser yo
en mi dulce vacío
contemplándola.

Las violetas escondidas de la lluvia
crecen en el ático
hasta quedar a salvo de las murmuraciones.