“Yo soy la resurrección
y la vida,
el que vive y cree en mi,
no morirá para siempre”
Juan XI. XXV


Quiero desclavar a Cristo de
su cruz.
No quiero verlo así,
con la cerviz inclinada,
el rostro inmutable
y una gota de agua sangre en
el cáliz.

Quiero quitarle los
clavos oxidados
que lo fijan, inútilmente
al maderámen,
acaso ya estuvo allí suficiente tiempo.

Si logro bajarlo de esa cruz
de siglos,
recobraré al hombre,
y con el hombre, la palabra,
y con la palabra, la parábola,
y con la parábola, la esperanza.

Quiero que descienda del tosco palo,
que retorne el predicador,
que retorne el profeta,
que retorne el rabino,
para que termine la tarea inconclusa,
porque todavía hay muchos mercaderes
en su templo,
porque los que padecen hambre y sed
de justicia no han sido saciados,
ni los pobres han encontrado el reino de
los cielos
y los camellos están pasando por el ojo de
la aguja.

Quiero desclavar a Cristo de su cruz.
Hay una parábola que aún no ha dicho.
Ya es tiempo.