La casa bulliciosa
olvidará tu paso al poco de irte
como se olvida un sueño desabrido.
No te valdrá el amor ni la paciente
entrega a su cuidado.
Márchate silenciosa,
suavemente.
Entre sus moradores, alguien crece
para quien defendiste la techumbre,
los muros y los altos ventanales
donde la luz cernida comparece
cada nueva mañana.
Es la costumbre:
Permanecer no entraba en el contrato
y es preciso partir
(de todos modos,
no pensabas quedarte mucho rato).