Me cansas, poesía, rumorosa felina,
masa musitadora, golondrina fogosa.
Pero aunque te niego, persisto en esta cosa
de creer que un incendio se apaga con bencina.
Me asomo a la ventana, descorro la cortina
y creo verme pasar: voy a cavar mi fosa
y a grabar mi epitafio (“Bajo tierra reposa
un iluso que quiso filmar en la neblina”).

Porfiada tortícolis de ser juez y ser parte,
emitiendo y tasando, como monedas duras,
acciones de mi endeble empresa de papel.

Ni poeta ni sastre: estoy harto de este arte
de enhebrar agujas en tu pieza a oscuras
y de hilvanarte fundas, serpiente cascabel.