Una brisa intermitente

alivia los húmedos días de Junio.

El vecindario entra y sale de los cafés

y los turistas abren la boca

ante las maravillas.



Nosotros, los habitantes de este mundo,

recorremos las calles

esperando encontrar,

quizás,

un hombre o una mujer con quienes hablar

de cosa distinta al dinero

o engrosamos las filas

de unos aficionados a las danzas folklóricas.



Mientras bailamos, tomados de las manos,

olvidamos el color de nuestra piel,

las lejanas costumbres,

nuestro redondo cuerpo y la lengua imperial.



Caemos en un paraíso que trae, hombro a hombro,

una bella marroquí, un negro de Guadalupe.

un pequeño danés o una vieja y bella alcohólica.



Después

Tomamos el metro de regreso.



Abrimos la puerta

y aspiramos un sueño

donde escuela, patria, hermanos y amigos

sueñan con una brisa intermitente

en Junio, en cualquier parte.