Dichoso tú que alegre en tu cabaña,
mozo y viejo aspiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepoltura,
de paja el techo, el suelo de espadaña.

En esa soledad, que libre baña
callado sol con lumbre más segura,
la vida al día más espacio dura,
y la hora sin voz te desengaña.

No cuentas por los cónsules los años,
hacen tu calendario tus cosechas,
pisas todo tu mundo sin engaños.

De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios, ni padeces daños,
y te dilatas cuanto más te estrechas.