Lloveme cuarenta días
y cuarenta noches
colmame de humedad
hasta la transparencia
Que no hayan faros
para marcar el rumbo
del existir salvaje
ni islas
que contengan
la plenitud
arrasante
de las aguas.

Conjurá los ríos
que un día
se petrificaron
en mi pelo
y
desbordémonos.

Seamos un diluvio
loco y desvanecido
yo le daré
una alondra
a tu rama de olivo.