Dormir en ti, desnuda de abalorios,
amada por la calma de tus horas,
en tus ciénagas, en tus ciegos páramos,
con los ojos de sístole y penumbra
que arrancan alaridos al invierno.

Dormir en ti; los pájaros nocturnos
se enamoran de besos y cuarteles
donde reposar del vuelo, del fin
del nido y del estrago, y el helecho
gotea agua, lluvia mensajera.

Dormir en ti, en el canchal del río
donde arrasas, en el enigma triste
de los lirios oscuros, en océano
enloquecido por tus manos dulces
que penetra la casa en donde moro.

Dormir en ti, tras los acordes blancos
de tu silencio, que adormila búhos
y lechuzas encarnados en piel,
con sueños habitados de un futuro
lleno de soledad y de catástrofe.

Dormir en ti, al ángel de los hielos,
en tus pechos de diosa primigenia,
con roces de la rosa ensangrentada
y el murmullo del águila triunfante,
dormir, dormir en ti, sí, para siempre.