Sobre la mesa varias fotografías de Taliesin West,
casa, taller y escuela hecha de lonas,
madera pintada y piedra sin pulir, y
desde su dilatado espacio horizontal
abierta en logia al sol, a la vegetación,
y a los lagartos del desierto de Arizona.
Nunca estuve allí.

Frente al balcón la gata blanca
vigila el juego de sus crías
entre las paredes resquebrajadas
de la casa de Oliva.
Mi madre me cuenta
que tras una de sus ventanas
Olivita cantaba, escondida del sol,
hasta el día en que un viajero
se la llevó a Madrid,
y de Madrid al cielo.
Nunca estuve allí.