Ven, sombra feliz, tapa mis ojos:
no seas muerte fría, sino sed saciada
que rehaga mi piel y reanime mis huesos.

Cubre mis pies con lanas y algodones.
Acaricia mi espalda con tus manos
hasta sentir en ella el dolor suave

que te avisa de la subida de las aguas
en los ríos y en los lagos de mi cuerpo.
Ven a mí como un reflejo en gris

bajo luces metálicas (despacio)
y hazme respirar el aire de tus labios
como en un pensamiento reconstruido.