Desprendo una hoja, cada día,
del calendario, que me mira atónito…,
y,
en el desgarre que mi impaciencia deja,
creo escuchar
del número que fue, una débil queja.
La culpa no es de nadie;
no del día que pasa…,
ni de la noche,
que transcurre
amparada en la luz ya mortecina
de una lámpara antigua…,
ni del mismo destino, quizá,
ni de la vida…
¿De quién será?_me digo,
mientras mis dedos
arrancan una hoja cada día…