Una lucha entre dos, como un abrazo,

como una voz que se rompe.

Carne sobre luz eléctrica,
fuego sobre la carne, bajo una luz distinta,
y el televisor en tus ojos, encendido.

No quiero nada.

Mi sonrisa es espumosa como la cerveza,
pero yo nunca me doy cuenta
–maldita sea, pobre inútil, inservible
como la letra de un tango.

Seguir es dejarme llevar por el viento
cuando el aire se muere,
montar en las alas de un pájaro y volar (volar, volar)
cuando el aire se muere.