Ojalá fuera mi vida un carro de bueyes
que mañanita temprano chirriando va por el camino
y que hacia de donde vino volverá después,
casi anochecido, por el mismo camino.

No tendría que tener esperanzas -sólo tendría que tener ruedas...
Mi vejez no tendría arrugas ni cabello blanco...
Cuando ya no sirviera me quitarían las ruedas
y quedaría volcado y roto en el fondo de un barranco.


(Traducción: José Antonio Llardent)