el mediodía gravita entre las sienes,
horada la hora, la huella, la palabra,
bañando la espina del ser meridial,
abriendo tu imagen en las aguas.
una tristeza mansa ciclostila
tu cuerpo hasta volverlo blanco
(la mer, la mer, toujours recommencée!).
palabras estrellándose en la boca,
igualándose en su eterno batirse,
colmando de luz blanca el recuerdo
(sol desértico borrándome los ojos):
manos blancas, blancos cuerpos,
sonrisas tendidas blancas.
aún la voz se alza hasta ti,
apenas roza tu piel original
desatas los ojos, desprendiendo
el mar, quebrándote todo...
chorreando de tu íntimo estar,
expuesto al sol, al mar, al viento,
más allá del tiempo y la memoria,
ya en la cálida arena de lo último,
las olas te desnacen desde mí.