Mano,
labio,
sexo trémulo.
Tirano impulso
de imposibles.

La caricia y el beso
-minúsculos prodigios-
certeros quiebran
la dura soledad
que nos circunda.

Y,
bajo nuestra piel
amurallada de silencios
hacen nacer un dios
de cegadora lumbre
que,
a su fugaz dulzura,
borra
la eterna angustia.