No indagues en las brújulas,
no busques
remotas geografías,
tus ojos no penetren el incendio
de las constelaciones
ni tus manos expriman
el hermético sol de los jazmines.
El Sur habita aquí,
en la callada umbría de estos muros,
en la alquimia del aire
que juntos cada día respiramos.
Míralo como un pájaro
furtivamente nuestro:
vuela
entre las leves copas de cristal,
pero jamás las rompe,
y roza nuestras frentes
con sus alas tan llenas de luciérnagas.
A veces se transforma
en un hondo silencio, se refugia
en las hojas de un libro
o en la serena luz de tu regazo.
Y entonces es más nuestro
todavía,
más intensa su voz,
más certero su gozo que nos une.
Olvida los caminos,
los mapas empolvados de palabras propicias:
el Sur habita aquí,
nos navega la sangre,
rebrinca en nuestras médulas.
Somos nosotros mismos
ese rincón de fuego,
esa radiante esquina de la vida,
ese cálido Sur
que tanto tú deseas.