El tenedor en el plato cla cla cla
se cuela de todas las ventanas.
Las cosas se gastan por los cantos
y ruedan escaleras abajo. En el hueco
las niñas hacen casas y esperan.
La hora es sabida y fría, corre
por el pasamanos hasta la puerta,
la cena y el sueño. Esperan.
Saben que, con las caderas anchas,
llegará quien comerá en sus dedos
y trepará por ellos hasta perder
la compostura. Que vivirán entonces
carnosos y secretos como naranjas.
Y ponen voz de rendija, y callan.
Me abro paso. Juegan en los portales.
Alguien les deja para otro día,
redonda y extraña, la compañía.