¿Y podía espantarme con tu espanto
—salado torbellino a devorarte
de improviso— si tengo
todo amargor de mar aquí en mi boca?

¿Y podía buscarte bajo el agua,
ella que ayer no más te sustentaba
con oculta alegría,
Blanca, tan a la gracia marinera?

Pero siento que se abren tus costados
y la sombra te invade las entrañas;
que a través de los peces
lentas flores aduermen tu madera.