Cuando la noche arrastraba su cola de sombra, le di a beber vino oscuro
y espeso como el almizcle en polvo que se sorbe por las narices.
La estreché como estrecha el valiente su espada, y sus trenzas eran
como tahalíes que pendían desde mis hombros.
Hasta que, cuando la rindió la pesadez del sueño, la aparté de mí, a
quien estaba abrazada.
¡La alejé del costado que amaba, para que no durmiese sobre una
almohada palpitante!