Flotan sobre Itaca
toda mi oscuridad
y mi fulgor:
espadas insaciables
que me vencen y cantan.

Tras sus gaviotas,
la madrugada exilia
mi corazón,
y alcanzarlo no logro
ni en un eco de alba.

Tres mil navíos
se ahogan en sus barrancos,
en los recuerdos,
y me toca en la fiesta
una cifra de olvido.

Di qué serpientes
anudaron el cielo
del pueblo mío,
fragmentado en la mar,
desterrado en el tiempo.

Di qué oraciones
desgarraron su mapa,
qué proas confusas
partieron su arcoiris
en un duelo infinito.