Mi vida son historias de pueblo trasplantado
pueblo al que le cortaron de tajo
el cordón umbilical con insolencia.

Son ficciones basadas en recortes
de cartas coloniales
y crónicas sangrientas.
Mi vida son historias
de población desarbolada
en mil e cuatro cientos noventa y dos,
año sin gracia, por lo mismo.

Mi vida hasta el presente
son historias de mando y resistencia,
grito y miedo,
rebeliones y muertes,
mucha muerte:
poblaciones enteras en las que cada día
se han practicado formas distintas de matar.

Mi vida son historias
de pueblo construido en la punta del olvido.
Pueblo éste al que le obligaron
a hablar siempre en voz baja
y en castilla, 'para su beneficio'.

Pueblo alineado para las procesiones
de una fe que se guarda en alcancías,
ayunos y ceremonias votivas
o para los desfiles
donde la espada luce su filo,
sus alcances,
sus malas intenciones.

Mi vida son historias que se tornan pestes,
sombrías descripciones
de viejos generales cuya altivez declama
escarmiento
y sólo escarmiento,
mientras tienen noticias
sobre lo último en formas de tortura.

Historias. Sólo historias
que se vienen prendiendo de los labios
y que en los corazones de los endebles
crecen como gusanos.