La silenciosa estancia, la pesada sombra avanzando furtiva,
Los muertos inmóviles viajando, la puerta que se abre,
El hermano asesinado que levita a través del piso,
Los blancos dedos del fantasma posados en tus hombros
Y luego, el duelo solitario en el valle,

Las rotas espadas, el ahogado grito, la sangre,
Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado.
Están bien esas cosas; ¡pero tú fuiste hecho
Para más augustas creaciones! Lear enloquecido

Debería a tu arbitrio vagar por el brezal nativo
Con el tonto ruidoso que se mofa; Romeo
Por ti atraería su amor, y el miedo desesperado
Sacaría de su vaina la daga cobarde de Ricardo.

¡Tú, presto instrumento al soplo de los labios de Shakespeare!