Diga pamplinas sobre la lengua exterior e interior,
me voy al huerto, voy a cavar,
Añés prefiere puerro este invierno,
preparo un bancal para plantarlo,
acaso mañana ya.

Adiós, Merleau-Ponty, Lacan,
Wittgenstein y compañía,
hombres letrados todos juntos,
que sólo filosofan
porque la criada lava sus calzoncillos,
plancha sus camisas, hierve sus sopas.

Señores, he hablado con ustedes;
es decir, les he oído a ustedes,
su palmadita y su risa sardónica.
Ninguno de ustedes
escuchó al otro o a mí.
Juntos seguían simultáneamente
su ininterrumpida charla.

Con asombro atento he callado
y riendo entre dientes -pero eso no lo pueden saber-
ahuyenté su relincho hacia el armario , ¡atrás!, digo.