Se abre el telón del sueño
y calla el día;
o bien, recoge al menos
su cauda de estrépito motor.

El portento de la luz desaparece
y aparece en la ventana
un redil de opacidad
preludiando teatro negro.

El apagón es foro.
El reposo la voz de la oscurana,
la ausencia de portento cenital
fundada en las ojeras
como un antifaz endrino.

¿Acaso la negrura desamparo?

A la sombra de ese eclipse
total que es medianoche
habla ahora el silencio:
cajón de ruidos tenues
y dudas de vigilia.

Dialogan los humores de las cosas
y la fauna prisionera
—en cocheras, traspatios, albitanas—
implanta en el corcho del ambiente
su dicción
sin perturbar el sueño.

Todo calla
y a un mismo tiempo
comulga por los hilos invisibles,
por los túneles secretos
que tienden los sonidos
de una banqueta a otra.