A los pies de la luna y el planeta,
cuando el viento pulula en el oasis
de reguero en fogata.
Al borde del desierto.
A la hora en que irradian las alcobas
su flama enfebrecida.
Al sur del autobús,
en la arena
donde agoniza el eucalipto.
Al lado de las jaimas.
Al final del teléfono
y del sueño partido en la farola.
En el silencio
y las maletas junto al agua.
Cuando nadie transita
el jardín abrasado de los cactus.
Donde el dátil sediento
y la cal y el ladrillo
y al viajero reciben con un vaso.