Soñé que en una noche de estío,
del firmamento azul
te desprendiste, diáfana y ligera,
como un globo de tul.
Yo vi que hollabas, sin romper tus tallos,
las flores con tu pie;
y sentí que la punta de tus alas
acarició mi sien.
Parecía que el aura de la noche
te llevaba hacia mí;
y, al acercarte al lecho en que dormía,
te miré sorneír.
Poco después sobre mi frente helada
tu frente se inclinó;
apoyaste tus labios en los míos
y un besó resonó.
Al sentir el perfume de tu aliento,
se estremeció mi ser;
mis mejillas de llanto se inundaron;
pero era de placer.
Entonces extendí hacia ti mis brazos
con delirante afán;
quise asirte y, como una blanca nube,
¡ay!, te vi disipar.
Y conocí, aunque tarde, que era un sueño
que mi mente forjó;
que todo era mentira, vida mía,
¡porque era una ilusión!
¡Ilusión! ¡Bendita seas!
Cuando despiertos soñamos
y en nuestros sueños gozamos,
no padece el corazón.
¡Y cuánto no goza el alma
cuando por amor delira,
aunque la dicha a que aspira
es también una ilusión!
Ilusiones son los goces,
ilusiones son los placeres,
la amistad de las mujeres,
de los hombres el amor.
Ilusión es todo aquello
que, al pasar por nuestra mente,
nos conmueve dulcemente,
calmando nuestro dolor.
Y si bien reflexionamos,
los dolores que sufrimos
y las penas que sentimos
ilusiones son también.
Portque el hombre que debiera
de su mente desecharlas
se complace en aumentarlas
como si fueran un bien.
¡Ay!, cuando en la triste noche,
pensando en mi suerte varia
y alzándote una plegaria,
sienta mi angustia crecer,
dígnate, si es que me quieres
como me amaste en la vida,
dígnate, sombra querida,
de tu cielo descender.
Y, aunque al mirarte en los ojos,
derramen copioso llanto,
si vieras, ¡consuela tanto
a mi pobre corazón
que, aunque pronto te disipas
como la niebla ligera,
a una dicha verdadera
prefiero yo una ilusión!