Dicen: La Barquera,
y ya se sabe,
es la solana del ocio;
marineros a la espera,
conjeturas, casi nada,
calafates que entretienen
a jubilados caducos
con la boina comiendo su mirada
porque el neto sol de Junio
resbala más allá.
La Barquera: barcas sobre las losas,
agua próxima y menestrales de la ciudad.
Allí están —cotidiano reloj, mañana y tarde—
los curtidos hombres elementales
gramaticando frases ya subversivas
ya claudicantes.
Vana esperanza;
las reivindicaciones
en La Barquera
sólo son inertes diálogos
que diariamente huyen
—en retahíla de vésperos—
tan anodinamente
como el sol primaveral.
En La Barquera
pintan las barcas;
el color verde
es de Esperanza.
—¿Qué esperáis, hombres
de La Barquera?
—Que el mar nos dé
lo que no da la tierra.