Que la he perdido,
la he perdido doblemente,
la he perdido en los ojos de la cara
y en el ojo tenaz de la memoria.
Que no quiero olvidarla y se me pierde,
aunque de pronto vengan marejadas
de nombres y borrosas
imágenes:
Soledad, Virtudes, Campanario,
Peña Pobre una tarde de verano
y el parque aquel minúsculo,
tapizado de pájaros,
cuando se conjugaban a anunciar el crepúsculo,
a anunciar en bandadas la nostalgia acerada
tras las horas de O’Reilly,
de libros y bigotes.