Muerta la muerta, encendido su olvido
su nunca más de yegua desbocada, su noche
donde canta la piedra y la nube.
La voz de la muerta no muere, agoniza, permanece
y sus canciones encantan a los navegantes, a los no nacidos
y a los muertos que gritan en silencio
para que la muerta escuche y despierte sobre su muerte,
sobre los ojos enceguecidos y sobre el féretro de oro
de todas las aguas, ríos, mares y océanos
que atizan las lenguas de la intemperie.