Qué hubiera sido de ella si no se hubiera ido,
si las viejas caras a la entrada de los cines, odios y amores de antaño
acompañaran la última de Chabrol. Y los sueños.
Qué hubiera sido de ella si nadie hubiera muerto,
si los muertos fueran sólo los abuelos y la tía octogenaria.
—La muerte natural no escande de modo tan brutal la suerte en dos—
Qué hubiera sido de ella.
Qué si París siguiera en fiesta,
sin estar a dos horas de avión,
sin el rostro fatal que le otorgó verla por primera vez con nieve,
no esta nieve derretida que enfría las aceras.
Qué veo en la otra, que no se fue de ningún lado
y no fue poeta.
Camina la historia lineal sin más sobresaltos
que los que otorgan las muertes anunciadas,
los amores desteñidos en las mismas calles,
el asombro de que los hijos vayan al colegio que fue el nuestro.
Me veo como si fuera verdad y me estuviera viendo
caminando siempre caminando con los pájaros en la cabeza,
y no tengo libros publicados
y no tengo dos lenguas.