Tal vez en eso consista el arte de la soledad: escribir repetidas veces la isla con su cielo lila, y la esbeltez del faro que derrama su luz sobre nuestro cabello alborotado.
Tal vez sea sólo eso: una brújula sin memoria para el tiempo que vendrá.
Y uno se cansa de estar solo delirando en una isla, abriendo la ventana de los árboles, rebuscando entre las hojas una palabra, una rosa en el jardín sin mar.