as tiene luz el mundo
y despierto está mi niño,
por encima de su cara,
todo es un hacerse guiños. Guiños le hace la alameda
con sus dedos amarillos,
y tras de ella vienen nubes
en piruetas de cabritos... La cigarra, al mediodía,
con el frote le hace guiño,
y la maña de la brisa
guiña con su pañalito. Al venir la noche hace
guiño socarrón el grillo,
y en saliendo las estrellas,
me le harán sus santos guiños... Yo le digo a la otra Madre,
a la llena de caminos:
"¡Haz que duerma tu pequeño
para que se duerma el mío!". Y la muy consentidora,
la rayada de caminos,
me contesta: «¡Duerme al tuyo
para que se duerma el mío!».