Como antorchas apagadas junto al lecho de un enfermo
Macilentos cipreses rodean la piedra blanquecina;
Allí, el búho nocturno construye su trono
Y el delgado lagarto exhibe su testa enjoyada.

Allí, donde los cálices de las amapolas se encienden de rojo,
En la serena cámara de aquella Pirámide
Seguramente alguna Esfinge antigua
Se oculta en la penumbra,
Torva guardiana de este jardín de la muerte.

¡Ah! Realmente es dulce descansar dentro del útero
De la Tierra, gran madre del sueño eterno
Pero es más dulce para ti una tumba agitada

En la caverna azul de un abismo con eco
Allí donde los altos barcos zozobran en la noche
Contra los escollos de las olas bravías.